Palacio de Gobierno |
Entre las callejuelas que se tejen como hilos
junto a un barullo inconfundible y un tono gris en el aire, crece una ciudad
que el inexorable paso del tiempo ha sabido dar forma de la mano de propios y
extraños.
Las calles de Quito huelen a nostalgia, tienen
un aroma inconfundible a memorias olvidadas por el tiempo y por la gente, donde
los lamentos de quienes murieron en nombre de un mejor mañana, se escuchan
levemente cuando se transita por los parajes del Centro Histórico. Un palpitar
cansado siempre la acompaña, pues cada esquina, monumento y edificio ha sido
escenario del enfrentamiento de contrarios que han creído que su lucha siempre
es la más justa.
Sebastian de Benalcazar |
Sin embargo los quiteños saben cómo matizar la realidad y la vida que no espera a nadie, siendo heraldos de la cultura que hace de esta ciudad, un lugar que deja huella sea en el corazón o en los bolsillos. Para ser una ciudad fundada por España, nuestras raíces indígenas están presentes, ocultas por una historicidad que nos propone como héroe a un Benalcazar, congratulándolo por el genocidio de nuestra gente y convirtiendo este evento en fiesta nacional.
Iglesia de San Francisco |
No todo es negro en esta ciudad de asfalto gris, hay puntos en la historia de nuestra ciudad que tienen un encanto que trasciende las generaciones; la emoción de sentarse sobre un coche de madera, retando a la seguridad acompañados de la adrenalina, las leyendas clásicas como el “Gallo de la catedral” que fungía como juez de la AA para los bohemios, el padre Almeida y su sagrada adicción, Bella Aurora y la casa 1028, y como olvidar que en nuestra infancia buscamos muchas veces la piedra que salvo a Cantuña, aunque es triste darnos cuenta ahora que la piedra que le falta no solo a la Iglesia de San Francisco, se llama identidad.
Algo que caracteriza al quiteño es su espíritu emprendedor, que salta a la vista en las plazas y mercados donde hay puestos de comida que han estado décadas en el mismo lugar, incluso forjas que nos regresan en el tiempo entre la ardiente lumbre y los martillazos que dan forma el metal.
Plaza del Teatro |
Personajes como Don Evaristo Corral y
Chancleta y Carlos Michelena, son los representantes del “Chullita” y “La sal Quiteña” respectivamente, esa parte de
caballerosidad, de lucha de clases mediante la irreverencia y el humor, además
de la cultura y el arte que nunca ha dejado de imperar en las calles, son los
elementos que le dan vida al Quito histórico.
Bacílica del Voto Nacional |
Quito, ciudad Franciscana, se caracteriza por
tener más iglesias que hospitales; construcciones monumentales como la Basílica
del Voto Nacional y templos arcaicos como la Iglesia de San Francisco
demuestran un irónico derroche de santidad, en una ciudad donde la pobreza y la
mendicidad son los faros que resaltan en las calles y portones.
Para el mundo Patrimonio Cultural de la
Humanidad, para muchos un algo que ver, para otros la “Carita de Dios”, para
algunos hogar y para pocos solo una ciudad. Para mí, Quito no es más que otra
selva de concreto, quizá con más historia que otras, con un olor a asfalto
mojado que invita a caminar, acogedora con propios y extraños, que busca entontase
a si misma alejándose de sus raíces; Quito es una ciudad llena de vida, pero
que al igual que la mujer que amo, se encuentra perdida y confundida…
q buen articulo...!!!!
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