Las coronas
de flores se cambiaron por las ramas de eucalipto, los velatorios se convierten
en los portones de las casas, los llantos se remplazaron por limosnas y las viudas
son travestis temporales; ¿De qué estamos hablando? Del sepelio más alegre donde
todos nos cremamos el cadáver de nuestros logros y tristezas, nos abrazamos
entre vecinos y completos desconocidos, bailamos al ritmo de “El Año viejo” en compañía
de la antiquísima Radio “Tarqui” y realizamos las cávalas más increíbles para augurarnos
un año lleno de bendiciones; hablamos nada más que del 31 de diciembre.
Es una de
las celebraciones más importantes que marcan el duodécimo mes de cada año, una
fiesta que se empieza a vivir inmediatamente al término de la navidad. Con bombos
y platillos vemos como en las calles de Quito los vendedores ambulantes cambian
rápidamente al gringo de “Papa Noel”, por pelucas, antifaces, bustos de plásticos
y demás artículos de la denominada “Hora Loca”, pues en todo el Ecuador al año
nuevo se lo recibe con la más amplia de las sonrisas.
En Quito, “Los
Viejos” como se les conoce habitualmente, son la muestra de la creatividad de los
capitalinos que reflejan los eventos que marcaron un hito en el año que se
escapa, por lo que es muy común mirar que en años anteriores se quemaron a un
Bucaran, un Mahuat, un Gutiérrez, un Nebot y hoy por hoy, se ha quemado tantas
veces a Correa que todos tiene la esperanza que deje el salón amarillo en el
año que se viene.
Niños y jóvenes
deambulan por las calles con caretas y disfraces, pidiendo una colaboración
para el “Viejo” que se va; viudas que obstaculizan el tráfico no por sus atributos,
sino por sus lo masculino de sus ademanes, son uno de los referentes de esta tradición
que lleva en la sangre de este país latino, más tiempo que el internet y la música
pseudoburguesa.
Existen cábalas
para todos los gustos, para quienes quieren salir de viaje hasta para los que
desean encontrarse con su media naranja; 12 uvas antes de la quema de los
monigotes, el billete en el bolsillo y la ropa interior de color amarillo, son
parte de los ritos que todos realizan para empezar el año con pie derecho. Sin
embargo lejos de la fanfarria y la algarabía de esta fiesta que celebra nada más
que una vuelta de página; es un momento de regocijo familiar donde en ese ínfimo
momento en el que Gustavo Herdoiza León termina con la cuenta regresiva, todos
se unen en un fraterno abrazo olvidando todo tipo de roces y desavenencias, de
hecho desde la mañana del 31 se pueden ver a familias enteras en los patios de
sus casas realizando un pequeño pero significativo altar para “El Viejo” donde
los primos lejanos, el tío que casi nunca se ve y el abuelo con el que papá se peleó,
comparten un momento cosiendo ropa vieja o haciendo un bola de papel periódico.
Estamos a
puertas del 2014, un año que todos los ecuatorianos esperan con cierta
esperanza, vienen tiempos difíciles pero
una de las ventajas del ecuatoriano es que es versátil y sabe levantarse después
de darse con el mundo en el boca, así que mientras tanto dejemos que el tiempo
pase y disfrutemos de un brindis que acoge a la familia, pues no hay mejor
consejo que vivir sin planear…
Feliz Año
Nuevo…